miércoles, 22 de enero de 2014

Capítulo II: Ave María...

El doctor le pidió que se sentara. Revisó el expediente y le dijo:
—Me comentan que no quiere cooperar...
—Sí, señor; sí quiero...
—Pero se ve cansado o incluso, hasta ha dormitado en horas de trabajo...
—No puedo evitarlo...
—¿No duerme bien? ¿Tiene problemas con su compañero? ¿Se siente enfermo?
La última pregunta repicó en su cabeza con la misma fuerza que cuando la escuchó con cierta entonación cuando era niño... ENFERMO... Del "¿Se siente enfermo?" al "¡Estás enfermo!"
—Quisiera que me detallara un poco lo de enfermo, doctor...
—¡Vamos! No me tire a loco... quiero decir si tendrá anemia, diabetes, alto el colesterol... ¡no sé! ¡usted dígame qué es lo que siente!
—¿Le puedo decir un secreto, doctor? Pero me jura que no se lo dice a nadie...
—Pues sí, de cierto modo hay ciertas reservas en mi profesión para con los pacientes...
—¡Me masturbo, doctor!
—Bueno, eso no es malo... y más en su situación, hasta podríamos decir que es bueno...
—Me masturbo tres veces al día y si puedo, ¡más!
El doctor guardó silencio... de cierto modo ya tenía resuelto todo por lo que ese hombre había llegado a su consultorio. Quizás un frasco de vitaminas y hierro, así como la recomendación de que dejara de erotizarse tanto ¡y listo! Pero no... ¿cómo un hombre de su edad tenía tanta necesidad del onanismo? Y no se aguantó el deseo de preguntarlo:
—¿Por qué? ¿Por qué masturbarse tanto?
—¡No lo sé, doctor! ¡me quemo por dentro! siento que los testículos me hierven y tengo que hacerlo...
—¿Y ha intentado hacer ejercicio?
—Mucho, pero la actividad vigorosa me motiva más... y es cuando después de hacer ejercicio, sentir mi sudor, mi piel caliente, mi aliento agitado, me lleva a masturbarme aún más, con más fuerza...
—Me consterna... quizás orando...
Y el doctor entonces recordó sus pecados de juventud cubiertos en la cama. Soñar con su madre y hacerle el amor era tan placentero, tan delicioso, tan sensual... ¡y tan lleno de culpa que despertaba llorando aún con el miembro erecto, mojado, salpicado...! y empezaba a orar... práctica absurda que llevó hasta su matrimonio donde, para no tener eyaculaciones precoces, mientras embestía a su mujer, en su mente estaba un "Ave María, llena eres de gracia... el Señor es contigo..." pero sentía que le funcionaba...
—No funciona, doctor... mi deseo es más fuerte que mi temor a Dios...
—¿Y desde cuándo vive así, con esa convulsiva manera de masturbarse...?
—Desde niño... desde muy niño... tocarme, olerme, acariciarme era lo que más disfrutaba, hasta que un día, mi madre me sorprendió intentando chupar mi pene...
("¡Estás enfermo o qué! ¡vas a ver ahora que llegue tu padre!" Pero los golpes sólo hicieron que ese niño entonces buscara los escondites más profundos donde darse placer)
—¿Y qué pasó?
—Nada... no pasó nada... descubrí el fetichismo, descubrí el voyeurismo, descubrí la zoofilia y descubrí el onanismo... y me quedé con él...
—Pero no ha tratado de contenerse...
—Sí, una vez... hace poco... tendrá un año... acababa de morir mi madre y entonces supe que ninguno de mis escondites y juegos había pasado desapercibido para ella... agonizaba cuando me dijo al oído, sin que nadie la escuchara más que yo: "Hijo, ¡deja de jalártela". Me avergoncé, me puse rojo, ¡ella lo sabía! ¡lo supo siempre! Y entonces decidí no volver a masturbarme... Pasó un día y no paraba de trabajar hasta 18 horas seguidas con la idea de cansarme, agotarme y dormir profundamente... pasaron dos días y mantenía mi mente ocupada en miles de cosas hasta que caía rendido en mi cama... pero al tercer día, ¡ya no podía! Corrí al baño de la oficina y en lugar de entrar al de hombres, entré al de mujeres... quería sentir su olor en las paredes, en los lavabos, en los cestos de basura, en los papeles mojados... me bajé la bragueta y empecé a masturbarme... cerré los ojos para sentir mejor los aromas y abrí una puerta, no pensé que hubiera alguien... su grito se unió al mío... el de ella, de espanto; el mío, como sólo gritan los que se vienen, los que eyaculan... cerré los ojos y cerré los de ella con mi esperma... y fue cuando me detuvo la policía, con las manos en mi arma...
—Por eso está aquí...
—Por asalto sexual...
El doctor escribió la receta: Un frasco de vitaminas y hierro. ¡Ah! y la recomendación de que dejara de masturbarse tanto...
El hombre se retiró y fue llevado a su celda.
El doctor cerró su consultorio y abrió su bragueta... "Ave María, llena eres de gracia..."

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